9.21.2013

Del Petronio al pecado.



Un olor extraño inunda la calle. Uno, no, muchos. Un 4 y un 9 marcan la parada esta noche; una calle y una carrera que más que números son música, gente, ritmo, vicio, peligro y por qué no, libertad. Por algo le llaman: ‘La calle del pecado’

- “Soy dulce, pero en inglés me dicen Candy”

Lo grita a más de 4 vientos, ésta es la segunda noche de las tres que vendrán. Es jueves y ‘Candy’ lo sabe, su cuerpo lo sabe. Sus carnes se mueven al compás del tambor, la guasa, el clarinete y el cununo. Del mundo la separa “la noche” y del piso más de 15 cm de altura. Sus tacones son de un fucsia estridente, al igual que su vestido. A no ser por su voz, pasa por mujer.

‘Candy’ es sólo uno de los tantos travestis que adornan la calle, hacen parte de ella. La carrera cuarta con calle novena los 360 días restantes al Festival Petronio Álvarez es conocida como la ‘Calle del Pecado’, foco de la prostitución gay de Cali. Gigolós, prostitutos y travestis conviven en su zona pecando día a día.

“Es una tradición”, dice un policía que por primera vez cubre la zona. Una noche de la que no sabe qué esperar.

Definitivamente, es una tradición que año tras año ha hecho eco en la cabeza de diferentes generaciones. Anteriormente, cuando el Festival se realizaba en el Teatro al Aire Libre Los Cristales, los músicos se alojaban en el Hotel Camino Real y en el Hotel Los Reyes, ambos ubicados en la misma cuadra. Después de sus presentaciones, en procesión a ritmo pacífico, continuaban la fiesta y terminaban en ésa calle destinada a rematar, a pecar.

Y es que en la Calle del Pecado se mata y se re-mata. Las penas se hacen livianas, las sonrisas flotan, algunos ceños se fruncen y los ojos no se cansan de mirar. “Aquí hay que estar es pilas pelados”, cuenta Adrian*; como él mismo se denomina, “una de las tantas ratas”, que terminan pecando acá.

Es una calle, pero no una simple. De esquina a esquina el ambiente cambia, la atmosfera también lo hace. O muy pesada o muy liviana, como se quiera tomar. Un “aquí se hace lo que me da la gana” es un voz a voz que se repite en cada rincón del lugar.

John Urán, reconocido diseñador caleño, compara ésta mezcolanza de colores, olores, ritmos y sabores con Europa, “es un mezcla de cosas, una mezcla de clases, aquí se ve de todo”. Afirmación que no está nada lejos de la realidad, si usted quiere conocer la otra cara del Petronio, debe irse a rematar.

El ritmo se mueve, la música camina. El currulao, el bunde y el abozao hacen de esa cuadra un escenario. Primero aquí y luego allá; la multitud se desplaza hacia dónde va la música, se dejan llevar.

Negros, mestizos, blancos, colorados, y hasta amarillos pintan el lugar, aquí la etnia pasa a un segundo plano, “aquí lo que venimos es a gozar”, repiten.

Las barreras invisibles que dividen las clases sociales se derrumban en el mismo instante que ‘la calentura’ comienza. “Calentura pa’ aquí ¡eh!”, dice el negro, “Calentura pa’ allá ¡ah!”, responde el gringo. La euforia sube, la temperatura revienta, la energía se siente y con un grito alegre, retumba todo.

El viche, el tumbacatre, el arrechón y el siete polvos no se quedan por fuera. El pacífico no sólo se prueba, también se vive y se siente.

Son las 3 am y la patrulla 24-1559 llega al lugar. Es hora de irse, no más remate por hoy.  Hay que descansar.

Algunos se rehúsan, esta vez siguen la fiesta es por las demás calles de la ciudad. “Que no muera el paso” corean mientras caminan, bailan y siguen “Petroneando” hasta la colina de San Antonio, son más de 20. Poco a poco se dispersan. El sol sale y son sólo un murmullo ya.


Es un hecho, Petronio sabe pecar.

9.09.2013

Para viajar a otro mundo sólo necesitás 5 'lukas'



Una imagen que te habla a vos.

Мигель

¿Мигель?, sí, Мигель. Mika’el, Misha, Miguel. En hebreo, en ruso o en español, el idioma no importa, discernir no le importa, no le agradan los juicios, detesta decidir. Hedonista y ambiguo, no es fácil de descifrar, sus ojos reflejan lo que sus palabras intentan ocultar.

Resulta difícil describir y mucho más, de escribir. Las palabras se escurren por sus dedos mientras los acordes de una guitarra logran encerrar un sentido.  Para él, los sentidos, son lo primordial.

¿Para qué falta tiene usted la mayor indulgencia?
- No me agradan los juicios.

¿Qué es para usted el colmo de la miseria?
- Aceptarla.

¿Quién hubiera querido ser usted?
- Siempre seria yo. Aunque decidiera ser otro, seguiría siendo yo.

Peca por ególatra y apático, eso sí, dice que no es su intención. Su intención es clara y concisa, sus objetivos se perfilan nítidos mientras sus intereses dicten el paso a seguir. Milimétrico, perspicaz y por qué no, manipulador, le gusta tener siempre el control de la situación.

¿Qué don de la naturaleza preferiría poseer?
- El don de la manipulación de la materia para la reconfiguración.

¿Qué es lo que más detesta?
- Que me hagan este tipo de preguntas, siento que tengo que rebuscar la respuesta desde mi interior.

¿Cuál sería para usted la mayor desdicha?
- Vivimos entre muchas desdichas, la mayor desdicha es que sigan surgiendo más.

Volátiles trazos de una semblanza se mezclan con una canción, entre notas y no sés, susurra al mismo son: “some live repressing their instinctive feelings”… Polifonías del personaje y eufonías de este autor, “protest the way we're built don't point the blame on me”.