Si usted señor lector quiere conocer que hay detrás del mundo de las
“drogas sintéticas”, prepárese, agudice sus sentidos, abra su mente, comprenda
los entrelíneas que se esconden y gritan por ser leídos. Una realidad latente y
ciega. Bienvenidos…
Se
cierran las puertas, el alma se embarca en un viaje hacia nuevas dimensiones,
se desvanece el cuerpo, los sentidos se aguzan ¡A Daniel no lo están velando,
se está drogando!; abandona su noción, ahora sólo es un ente, un elemento más
que conjuga con su vívido contexto, una mezcla entre euforia, angustia, música,
licor, y un líquido espeso que recorre su torrente sanguíneo… lo hará por una,
dos, tres, cuatro horas de su vida, ni él lo sabe. Nada sabe.
Sí,
suena desorbitado, resulta difícil comprender y digerir una lista de
ambigüedades, pero así lo es, éstos son los efectos de las llamadas “drogas
sintéticas”, nombradas con recurrencia últimamente por su posible legalización,
sin embargo, se ha preguntado ¿qué son?, ¿sabe usted que éste tipo de drogas se
venden en la ciudad “como pan caliente”?; cientos de establecimientos
nocturnos, parques, y avenidas principales se encuentran plagadas de éste
sigiloso peligro, sustancias que amenazan mordazmente la salud mental y física
de los consumidores caleños.
Las
drogas sintéticas, son sustancias ilícitas elaboradas en laboratorios, en su
mayoría clandestinos, a partir de la síntesis de elementos químicos que no se extraen
de productos naturales. En muchas ocasiones, los principios activos de éstas
son los mismos de algunos productos con propósitos clínicos, sin embargo,
terminan consumiéndose por “diversión”. Con el tiempo, traen consecuencias
nefastas para la salud de quienes las consumen.
El LSD es una sustancia alucinógena también llamada
Acido, Papel, Trip, Bicho o Secante y su valor varía entre $20.000 y $45.000, sí
se consume en una rumba electrónica. Vienen en
pequeños cuadrados de papel con un dibujo sobre una de sus caras; se
consume debajo de la lengua, aunque hay quienes se lo adhieren a los parpados;
en el caso del LSD líquido, lo diluyen en el trago.
Su variada y creativa presentación hace que se
distingan unas de otras: las nacionales, las internacionales, y las
pertenecientes a un fabricante determinado están definidas por su propio diseño;
El Batman, Smiley, Conan, son algunos de los modelos. Se compra por sellos y
cada uno se puede repartir por diminutas cuadrillas, que fuera de una rumba se
pueden conseguir a $5.000
aproximadamente, su reducido tamaño (un cuarto de bloque) de 2 cm x 2 cm es
inversamente proporcional al gran viaje que dura de ocho a doce horas.
Daniel siente que flota, vuela y navega en el mar
de incongruencias que se ha vuelto su mente. Empapado de locura, siente como
unos húmedos y cálidos labios se acercan, ¿es Laura o Tatiana?, no le importa,
se deja llevar… cae en el cauce insondable de su boca, de sus besos; ahora, se
tragó una pepa.
Aunque el LSD, es el preferido en las rumbas, no es
el único protagonista, también lo son las “pepas”. El éxtasis viene en figuras
que adornan la singularidad de sus nombres, Trasnformers, Ferrari, Super-man, Oxegaman,
son sólo algunos de los cerca de cien tipos diferentes que existen. Estas
particularidades obedecen a ideas de
diseño, gustos y marcas, los efectos son similares, todas se rigen bajo el
mismo patrón de euforia y sensación de bienestar, sin embargo, unas dicen
proveer al cuerpo de una fuerza descomunal, mientras otras potenciar el deseo
sexual; por otro lado algunas prolongan por más tiempo el llamado “guayabo
postpepa”, que se caracteriza básicamente por causar letargo mental y malestar
físico.
Los espacios más comunes donde se da el consumo de
éste tipo de sustancias son las “rumbas electrónicas”, ya sea en una discoteca
o en sitios que se adaptan para la realización de éste tipo de eventos. Claro
está que no son los únicos, las sintéticas se filtran en otros espacios, sin
embargo, la mezcla de drogas, música y licor resultan mucho más seductoras para
emprender el llamado “viaje sintético”.
Según Daniel, los lugares predilectos, preferidos
por su círculo de amigos y la mayoría de caleños son Elíptica, El Club Mission
y Amnesia, discotecas ubicadas en los sectores de Juanchito y Menga; que se
encuentran en la capacidad de albergar hasta cuatrocientas personas, caracterizadas
por sus modernos sistemas de luces multicolores, video walls, y “cerebros
inteligentes” que se encargan de mezclar imágenes en vivo en tercera dimensión;
dicen no tener nada que envidiarles a las discotecas Sound Factory y Studio 54
de Nueva York.
Han pasado aproximadamente treinta minutos desde que Laura (o Tatiana) “empepó”
a Daniel… los sentidos cada vez se estimulan más, al punto de sumergirse en la
dimensión de las alucinaciones: ha comenzado “el viaje”. Las luces se
convierten en seres carnívoros que abren su boca y quieren tragarlo, como si no
bastara con las superficies visitadas con el cartoncito fino y pequeño que ya se había desvanecido debajo de su
lengua. Sus sentidos se embriagan con las ondas sonoras de la música que con sonidos
fuertes, agudos y distorsionados manejan
sus sensaciones y aumentan las
pulsaciones de su corazón creando un
bajo profundo y un destilado sudor que penetra hasta sus entrañas.
Se
conocen dos tipos de drogas: las estimulantes y las depresoras; en Cali las más
populares son las estimulantes. Anteriormente las más reconocidas eran las
“pepas”, es decir, el éxtasis, la cocaína y los ácidos o LSD; ahora una gran
oferta inunda el mercado de nuestra ciudad; las hay de todo tipo de colores,
olores y sabores; éstas prometen con sus particulares nombres experiencias
jamás vividas: la Perica (cocaína), el Crack, el Popper, Two cb (
cocaína alterada de colores ), María -K
(Ketamina y marihuana), Calvin Klein (Ketamina y cocaína ), Cherry Meth (Éxtasis líquido), son sólo algunas de los
nuevos tipos de drogas sintéticas que existen; aun sin nombrar aquellas que
como el Rivotril y el Clonazepam hacen parte de los fármacos que se expenden
sin precaución alguna.
Según
la ONU, en un estudio realizado en el año 2011, en Europa llega una nueva
sustancia al mercado cada semana, mientras entre el año 2000 y 2005 se
registraban la aparición de cinco, anualmente. Al igual que el International
Narcotics Control Board informó el aumento desmesurado del consumo de medicamentos
para tratamientos de uso psiquiátrico.
Su cuerpo ya parece de caucho, sus carnes se han
vuelto maleables, livianas; los poros se funden y se esfuman como las paredes
del lugar, su mirada ida pero diáfana busca una puerta, la puerta a lo
desconocido. Los colores fluorescentes recorren su cuerpo, ya no son sólo
luces, parecen hormiguitas, hormiguitas que le pican el cerebro, le rayan el
“coco”… La música, la música es histeria, es alegría que se confunde con felicidad,
se lleva en la piel, retumba en la cabeza, cimbra en el corazón; se mueve, te
mueves, todo se mueve, te dejas caer en un abismo, la locura.
Al compás del bajo, del agudo, Daniel pierde los
estribos, todo es irreal, su mente se congela, ahora son luces, sonidos,
sensaciones que recorren su cuerpo de pies a cabeza y marcan el tic tac del
reloj. El tiempo se detiene. ¡Necesitás agua!
El agua es un elemento clave en cualquier “viaje”,
la transpiración excesiva (efecto secundario de las sintéticas) lleva a la
deshidratación, obligando a los asistentes a pagar hasta $20.000 por una
botella de éste preciado, preciadísimo líquido en este contexto. Para evitar
que alguien “mal use” el grifo y asegurar las ganancias, en ocasiones los
mismos establecimientos suspenden el servicio de agua.
Dentro de un marco de “locura”, las discotecas y
lugares que se adaptan a las necesidades de un “viaje” no se quedan atrás,
cuentan con elementos que lo intensifican: luces de neón, pantallas que
proyectan videos e imágenes psicodélicas, humo, bombas de colores, hasta mesas
y sillas en el techo que simulan un espacio real, ponen “patas arriba” a
cualquiera.
El bolsillo es un elemento esencial en éste caso,
un cover en una discoteca electrónica oscila entre los $15.000 y $25.000, la
entrada al toque de un Dj extranjero entre los $80.000 y $120.000, dependiendo
de la acogida de éste. Los precios de las bebidas superan barreras, una botella
de whisky se consigue en $250.000, la de vodka en $140.000, el aguardiente (el
menos apetecido) en la “módica” suma de $90.000, y una lata de energizante en
$25.000.
Claro está que no cualquiera puede darse el “lujo”
de asistir a estos eventos; debido a sus altos costos quien vaya debe contar
con dinero suficiente en la billetera. La mayoría de los asistentes pertenecen
a estratos altos de la ciudad, inclusive y sin querer, se van conformando
grupos, ya que los que van con cierta frecuencia “son los mismos de siempre”.
Un calor insoportable y los rayos brillantes del
sol de las 2:00 pm son ahora el despertador de Daniel… Adormecido aún por el
“ajetreo” de la noche anterior se niega a abrir los ojos, se niega a enfrentar
de nuevo su realidad. Así no quiera le toca, y como sí con esto no bastara, un
martilleo constante que retumba en su cabeza hace eco en las paredes de su
cráneo, sus neuronas se siguen fritando; se siente cansado y deprimido.
No existen atenuantes para disminuir una resaca, y
mucho menos si es existencial, ahora su alma desnuda emprende una torpe lucha
contra sus miedos. Su viaje terminó, ya no lo acompaña la droga ni sus efímeros
efectos, ahora, sólo es Daniel.
Reportaje publicado por El Giro, Periodismo Reflexivo, Edición 28
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