6.13.2013

Piques: Un juego mortal.


Una fila de carros se apila a ambos lados de la calle. La música, el licor y la droga son los cómplices de la noche. Una descarga de adrenalina recorre en cuestión de segundos cada centímetro del cuerpo; segundos contados para la acción, segundos contados para picar.

El aire como el ambiente se tornaba pesado, la lluvia caía sobre la cajuela de los carros 'engallados', mientras un humo denso pretendía rodearlos ocultando sus rostros y el equipo de sonido que ponía a retumbar el puente donde se encontraban.

Con suficiente espacio para correr y la libertad de pisar al máximo el acelerador, la vía al Aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón, a las afueras de Cali, en la variante cerca de Rozo, parece ser el escenario perfecto para distraer a la policía. En la parte inferior del puente siempre se ubica un retén; a unos 200 metros en la parte superior, siempre se ubican cerca de 50 carros y hasta 200 motos listas para picar. Paradoja que sólo se entiende bajo la lógica de la 'vista gorda'.

Desde hace más de quince años la práctica de los piques o “pikes”, como la llaman sus adeptos, se viene realizando en la ciudad, un juego mortal donde se conjugan y mezclan la adrenalina de correr con el peligro que se corre al hacerlo en éstas condiciones. La música, el licor y la droga son los cómplices de la noche; y lo cierto, es que en este contexto el miedo se convierte en placer.

 80, 100, 120, 140... Mientras la aguja sube, el acelerador baja. El corazón de Mateo no late, parece que un tambor se le metió en el pecho. Las manos frías y la cabeza caliente le permiten una exactitud casi matemática, con los sentidos al 100, la adrenalina corre y re-corre mayores distancias que sus 4 llantas; su torrente sanguíneo, es ahora otra pista.

Un Twingo rojo y un Mazda 3 blanco son los protagonistas, los ojos de todos los asistentes se posan ansiosos esperando a que la bandera roja descienda, los motores se enciendan y la acción comience. La música estridente hace rechinar hasta los dientes; la cerveza, el 'guaro', el cigarrillo y la marihuana abundan por montones. Nadie sabe que se cruza por la cabeza de los conductores,  sin embargo, para nadie es un secreto que la situación no adquiere su verdadera dimensión, sus vidas se echan a un juego de azar.

Corredores y espectadores de todas partes de la ciudad y del Valle forman parte de este grupo clandestino de piques. María cuenta que “viene gente de Cali, Palmira, Cerrito, Vijes, San Marcos, además de la gente de Rozo. Todos los jueves llegan carros y motos por todos lados; la mayoría de accidentes que hay sobre el puente es por la cantidad de gente. Hay ocasiones en las que pueden ir casi 500 personas, es impresionante”.

A pesar de la cantidad incontable de asistentes, las razones que los impulsan no son muy diferentes. Mateo, de 22 años, estudiante de Mercadeo y Negocios Internacionales afirma que “nadie corre por la plata, lo que motiva a toda la gente es sentir ese miedo, esa euforia, esa adrenalina. Cuando vos estás al timón, nadie ni nada te paran, te sentís como invencible”.

Lleva 2 años corriendo sagradamente todas las semanas, dice que cuando llueve mucho o un evento se cancela por algún motivo, se siente “completamente vacío”. Su Mazda 3 “es el niño consentido de la casa”, ha invertido cerca de 7 millones de pesos en reformas para poder “sacarle el jugo al máximo”. Su “niño” cuenta con un sistema mejorado de audio, rines de lujo, luces HID, ampliación de la tubería de escape, frenos marca Brembo y una mejoría en el motor que le permite mezclar gasolina con 2 onzas de combustible para avión, “eso de la más potencia”, asegura.

Motos y carros zumban como una estampida lista para arrollar a todo el que se atraviese en su camino. Mateo acaba de ganar $50.000 en su apuesta contra el Twingo rojo, “no hubo necesidad ni de meterle 170, el pobre tenía un turbo, nada que ver”, presume Mateo.

El ambiente en su mayor parte es tranquilo: muestras de tunning, stunts, carros derrapando, competidores, y curiosos. Por supuesto, al tratarse de algo ilegal y clandestino, las drogas, las armas, las peleas y los robos, no se quedan por fuera. El peligro no deja la pista, estas rutas de igual manera son frecuentadas por carros, buses y camiones ajenos a estas competencias.


Cuatro ruedas, no siempre son necesarias para correr, las motos también hacen parte de la función. Carlos, tiene 17 años, vive en rozo y junto con su Suzuki,  frecuenta constantemente éstos espacios. Al movilizarse en estos vehículos “no falta uno que se vaya de pela”, afirma que cada ocho días alguien se cae o se raspa las piernas, muchas veces se lanzan sin casco o algún tipo de protección. Cuenta que un amigo hace unos meses se fracturó el tobillo y los dedos de las manos.

Accidentes, sangre, huesos rotos y una que otra muerte hacen parte de la lista de elementos que conjugan para llevar a cabo estos eventos. Aunque no se cuenta con una cifra exacta como tal, Mateo asegura que “en una noche pueden resultar de 2 a 3 heridos. Sobre todo los de las motos son los que llevan del bulto. En 2 años, he visto 3 muertes”.

Por su parte, Carlos dice “Al que le gusta, le sabe”, aclarando que una fractura o raspón no lo desanima ni lo desmotiva a seguir en esa búsqueda de adrenalina pura que les causa la velocidad; un torrente de químicos placenteros y definitivamente, adictivos. Asegura que la mejor parte de la noche es “la persecución de la policía”.

En Cali existen cuatro puntos estratégicos dónde se realizan estas competencias: la Variante de Rozo en la vía al Aeropuerto, la Avenida Cañas Gordas, la Bomba de Sameco y el Kilómetro 18. En lo que concierne a las apuestas, las más comunes son las de $20.000; $50.000 es el promedio. Han llegado a los $500.000, sin embargo, existen determinadas ocasiones donde el premio son los propios autos.

Generalmente los piques se realizaban los jueves en las noches, después de las 9 pm hasta las 2 o 3 de la madrugada; ahora, se han visto obligados a cambiar de estrategia.  Para despistar a los policías cada semana se organizan sin previo aviso, ya no hay un día específico; sólo quienes pertenecen a los grupos creados en Blackberry Messenger, WhatsApp, o Facebook están al tanto del lugar y la hora exacta de la reunión.




Esquivando la ley

Julián Rojas, Director y presidente del Club Pulsar Moto Parche de Cali, grupo  donde se forman motociclistas y se educan acerca del uso adecuado de las normas de tránsito, afirma que están “en total desacuerdo con este tipo de eventos, ya que solo fomentan accidentes y desorden en las vías”.

Según Julián, hasta el momento lo único que hace la policía es poner multas o llevarse carros y motos a los patios, aun no se sabe de campañas que busquen contrarrestar esta práctica ilegal. Al dirigirse a la Secretaria de Transito por información acerca de este tema, obtienen respuestas monosílabas. Sí, los operativos se realizan, sin embargo como el mismo Julián señala, “los piques se les salen de las manos”.

Por su lado, Néstor Henao, Supervisor del grupo operativo de Tránsito, en una entrevista realizada para El Pais.com afirmó, “Estamos armando operativos solos porque el acompañamiento del Gobierno y de otras entidades que tienen que llegar allá no está llegando”….“Generalmente estos operativos se hacen programados pero como éstos salen de un momento a otro es imposible llegar a neutralizarlos”.

Dentro del contexto de la competencia, el peligro es latente, no sólo por la escena, sino también por el perfil de algunos espectadores. Víctor, de 22 años, estudiante de Diseño y  propietario de una Scooter dice que en los piques de Rozo “se ve de todo, pero también, mucha gente malandra”, asegura que la diversidad de sus asistentes es la razón por la cual se presentan tantos robos, la mayoría son menores de edad. 

Éste es uno de los puntos más frecuentados por carros y motos “normales”, algunos con modificaciones y equipos de sonido de alto costo. Sin embargo, asegura que en la Avenida Cañas Gordas “la gente es más 'bien', el ambiente es menos pesado, y se puede llegar a  ver carros de alta gama como Audis, BMW´s y motos de alto cilindraje”. Paralelo reflejo de la realidad, la Cañas Gordas es frecuentada en su gran mayoría por estudiantes de universidades aledañas.

La tensión que se vive en éstos espacios aumenta, cuando aparece la policía; muchos no sólo temen la inmovilización de sus carros o motos carentes de papeles, sino también una detención, debido a las drogas y armas que tienen en su poder.

Para los amantes de la velocidad, la ilegalidad no es ineludible. Cada 3 meses la Federación Colombiana de Automovilismo Deportivo organiza un evento de piques legales en Cavasa, la inscripción del automóvil oscila entre unos $300.000, $400.000; la ganancia es de aproximadamente $100.000 para el ganador, además de la satisfacción de haber desafiado a sus competidores.

Carlos, piensa que hacer un Kartodromo sería la solución, pues de ésta manera se contaría con un lugar idóneo para darle rienda suelta a la velocidad, sin embargo, no cree que “el Gobierno bote la plata en algo así”; por el momento, seguirán al margen de la ley, ignorando adrede las normas quebradas que los piques dejan a su paso.

...
Seis policías motorizados aparecen torpemente entre la oscuridad, sin una palabra o grito en el aire, ya todos saben qué hacer. Como si una bomba hubiera explotado se escabullen como cucarachas  por encima de los andenes, las calles y la fila de carros que se forma.
Familiares del opio se liberan en el torrente sanguíneo, esta vez, la satisfacción es mayor: burlar a la autoridad.


Glosario Piques:
Turbo: Equipo que mediante que aumenta la combustión y aceleración del carro.
Stunts: Piruetas realizadas por motociclistas.
Tunning: Personalización y modificación de vehículos.
Derrapar: Patinar un vehículo, desviando lateralmente su dirección.




*Reportaje publicado por el periodico El Giro, Periodismo Reflexivo, Edición 29

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