Como
decía una escritora francesa George Sand: “La belleza exterior no es más que el
encanto de un instante”; nuestra noción de lo bello y atractivo se ha remitido
exclusivamente a lo efímero, y pasajero; una ideología banal, que linda con lo
superficial.
Y
es que vivimos en una sociedad plástica; y no sólo lo digo por la cantidad
descomunal de implantes de silicona que cuelgan de los senos de cientos de
mujeres que se pasean por las calles “seguras” de sí mismas, sino también por
aquel pensamiento cargado de frivolidad, y carente de racionalidad: la belleza
física, es lo más importante en la vida de un ser humano, con ella, lo
consigues todo….
¿Qué
tanto hay de cierto en dicha afirmación?, la verdad no lo sé, supongo que hasta
un determinado punto tendrá razón, y no porqué se sustente como un argumento
valedero, si no por la fuerza que ejerce el contexto sobre ella… Vivimos en una
sociedad meramente superficial, todos lo sabemos y admitimos.
Pero
bueno, ¿Quién soy yo para criticar una ideología ya fundada (más no
fundamentada), cuya esencia es la subjetividad?
El
tema principal de esta edición no es la noción de belleza que tenemos como tal;
es la estética, término que ya no es acuñado coloquialmente a aquella forma de
apreciar el arte y la armonía de un determinado elemento; en la actualidad,
dicho objeto es la mujer.
Resulta
casi imposible enumerar todo tipo de procedimientos a los que una mujer está
dispuesta a someterse para verse bella y sentirse bien consigo misma; no sólo
los quirúrgicos e invasivos, si no también aquellos más sencillos: masajes
adelgazantes, aplicación de ampolletas en los glúteos, mascarillas faciales,
cámaras de bronceo, yeso terapia, meso terapia, entre otros; que hacen parte de
dicho listado que parece nunca acabar, pues cada día esta industria se
robustece y descubre a pasos agigantados nuevos procedimientos. En algunos de
ellos, se pone en riesgo la salud y en ocasiones la vida; dicen por ahí que el
fin justifica los medios, pero cuando se trata de la noción de belleza, la cuál
es subjetiva y dictada por los modelos a seguir de una sociedad, ¿realmente
vale la pena?
Inseguridad,
vanidad, perfeccionismo, presión social, alta autoestima o carencia de
ella; es difícil llegar a conocer a
fondo lo que sucede; y como no aceptarlo, soy mujer, y me gusta verme bien; la
cuestión principal, que más que un cuestionamiento debe ser una reflexión
personal, es pensar hasta qué punto la belleza física es importante en la vida
de un ser humano; ¿es lo esencial?, ¿si soy bella alcanzaré el éxito?,
¿profesionalmente me abrirá muchas puertas?; ¿todo entra por los ojos?, y sí
entra, ¿hasta qué punto?, ¿mi vida amorosa mejorará?... ¿Tendré a todos los
hombres rendidos a mis pies?; vale la pena meditarlo.
Lina
María Álvarez Padilla
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