6.14.2013

La pesadilla

Cuando la música suena mi alma vuela, mi sangre fluye, mis ojos saltan y  mis pies se mueven. La música es mi vida, la música da vida. Dicen que estoy rayada, pero yo no les creo. Cuando la salsa suena, emprendo un viaje: siento hormiguitas en el cerebro, las paredes de mi cráneo se expanden,  un fuego lento desciende, ¡el guaguancó se siente, la tumba no miente!

Me dicen Maryuri, pero me llamo MaríaCa; creen que soy negra, pobre y que vendo chontaduros, pero lo que no saben es lo que llevo dentro, nadie sabe la verdad. La cédula me pone 30 de más, ya me cree cuarentona la jodida esa. La gente murmura, los hombres me miran y las mujeres tiemblan cuando piso la pista.

Tengo un gato, se llama Cheo y vive quejándose porque ‘no puede vacilar’, nunca lo dejan entrar a la “Ruñidera”, el bar que queda al lado de mi casa. Dicen que es un “animalejo” y lo tratan con desprecio; yo ni me quejo, la verdad es que ni hablo; sólo bailo, gozo, grito y escribo para mí, escribo para vos… Eso sí, sólo lunes y martes porque miércoles, jueves, viernes,  sábado y domingo son para ella; mi confidente, mi amante, mi amiga, mi todo: la salsa.

Me cojo el pelo, me pinto los labios, me pongo la percha y me alisto pa’ la gozadera, siempre es así, yo soy el alma de la fiesta. Ya son las 9:30, el bar lo abrieron a las 7:00, pero es mejor hacerse esperar: tomen pa’ que lleven.

La atmosfera cambia, la música se escucha desde afuera, el ta-ta-ta-tatá de la clave se define a metros, aquí estoy y aquí me quedo, lo mío es está vaina, pa’ que me complico más. Con lo de los chontaduros me hago lo de la noche, me compro una caneca de guaro y tres cervezas para mí solita. Siempre ando solita, nací sola, vivo sola, moriré sola; hasta bailo sola, si nadie me saca, ¡pobres! no saben de lo que se están perdiendo.

La noche es joven y yo también, hoy sólo espero levantarme un “sardino” que me dé la talla porque mañana madrugo, llevo ahorrando más de un mes para el concierto de los Hermanos Lebrón, vienen a Cali, a mi ciudad, muero por ver a Pablito, José, Carlos, Ángel y Frankie; muero por sentirlos cerca, susurrándome al oído, enamorándome con su tumbao’; esos manes son unos maestros, ya veré como hago pa’ subirme al escenario y arrancarles un beso, uno por uno, los dejaré suspirando, ya verán. Por el momento me agarraré a baila’.




***
¡Ay, ay, ay, como dice Henrycito: ‘La juma de ayer, ya se me pasó, esta es otra juma, que hoy traigo yo’!, pero nada de eso, hoy nos vamos con toda, me voy con toda, porque yo soy una reina, una “mona” espectacular, con mis pasos los voy a enamorar, a cualquiera puedo conquistar.

Usted se preguntará, y bueno esta Maryuri ¿qué o qué?, ¿cómo es esa vaina de negra y luego de mona?. Pues bueno, yo le cuento que hace varios años tuve un sueño, ¿usted ha escuchado de ese pelao’ Andrés Caicedo?, bueno, él, él mismito se me apareció y me dijo que yo era la re-encarnación de María del Carmen Huerta, la mona loca esa… Me dijo que nunca envejecería, y yo le creo, que era la mejor bailarina de Cali, y yo le creo, que nunca moriría, y yo le creo.

La vaina es que el flacuchento ese se perdió, si bien hace 29 años ya murió, el guevón se desapareció, me firmó el cerebro con la misma “A.” que marcó la carta para Patricia el día de su muerte; la vaina fue que se me perdió. Yo nací en 1958, no lloré, reí, y ahora en el 2006, sigo con 18 ¿cómo la ven? MaríaCa, la que terminó de puta en “Qué Viva la Música”, MaríaCa, soy yo.

Hoy es 28, Andrés nació un  29 y mañana cumplo 30 años de loca, digo, de rayada, la locura es contagiosa, el raye no. ¡Qué raye los números, qué raye yo!
Antes de que me coja el Clonazepam y que llegue el enfermero, le quiero acabar de contar, antes de que  Antonio me ponga la camisa de fuerza y empiece con la joda… Tanto blanco me marea, este sitio produce nauseas, vomito palabras, escucho voces y veo fantasmas.

¡Ah sí! Ese día, aquél 28 de diciembre del 2006 en el Teatro Jorge Isaacs vi por última vez a esa trilogía, digo, “quintología” porque son cinco ¿no?; ¿sabe qué?, no me haga caso; el caso es que yo iba preparada para mi función, me puse el vestido rojo con flores amarillas, si me agachaba se me veía la colita; me monté en unos zancos, digo, en unos taconsísimos de unos 20 cm, ¡malditos zapatos!, si no fuera por ellos estaría con Pablo y Cheito.

El telón subió, yo no podía de la emoción, mi piel se erizó, mis manos temblaban y a duras penas podía mantener el equilibrio. ‘Y por eso es que yo digo una vez más, regresa a mí, te necesito, cada día es un poco más largo’, ¿te acordás Pablo, te acordás que así empezaste?, estabas postrado en una silla y yo, no sabía si reír o llorar.

Y allí estaba él, ahí estabas vos Pablo, y ahí estaba yo, mirándote, contemplándote desde lejos. Tu pantalón blanco, tu camisa intacta, tu saco azul, y esa boina blanca, esa que te robé ese día. ¡Ay mi pablo!, verte así, me partió el alma; verte ahí, sin poder pararte, dando alaridos en vez de cantar, ¡Ay mi pablo!, mi sueño hecho pesadilla, ese día, como pocos en mi vida, lloré, lo juro.

Al despertar todos los días, siento un dolor en mi corazón, porque en la vida cuando hay una alegría, por cada risa…’ hay setenta y siete mil doscientas lágrimas…



Yo no pensé, yo nunca pienso, actúe con la rapidez y agilidad de un ratón. Después de verte pedir ayuda con ese grito de auxilio, de verte llorar frente a mis ojos, no me iba a quedar con los brazos cruzados, no sé cómo, no sé, no sé, pero sé que en un 2 x 3 estaba corriendo con vos Pablo, vos en tu silla y yo en mis tacones, al mismo paso, al mismo ritmo; vos gritabas y yo lloraba. Teníamos que salir de ahí, teníamos que huir.

Y claro, no faltaba el sapo, el Antonio, grande como siempre, grandote y bobote estaba en la salida, llamaron al hospital y me cogieron entre 5 pelaos. Y aquí estoy, aquí  tengo tu boina, me pregunto ¿qué será de vos Pablito?, todos los días me asalta la misma maldita pregunta.


Pero, ¿sabés qué? Pal’ carajo los sentimentalismos, él allá y yo acá, usted allá y yo acá, yo sigo con mi rumba, sigo con mi vida. ¿Qué más puedo hacer?, vivo entre 4 paredes, más allá de vos.

Eso sí, cuando la escuchés y la bailés, vos que estás afuera de estas 3 dimensiones, acordáte que estás en Cali, la sucursal de cielo, olé, sentí, escuchá y acordáte que ‘sin salsa no hay sabores, no hay ritmo sin guaguancó. Sin guaracha no hay alegría, no hay bolero sin amor’



Intento de cuento,  ensayando con la ficción. Junio 2013


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